domingo, 13 de abril de 2008

El extraño caso del Doctor Jekyill y Mr. Hyde (Stevenson, Robert Louis)

En esta jornada doble dominical ahora le toca el turno a un clásico: “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis Stevenson. Quizá les parezca raro que comente un libro bastante viejo tomando en cuenta los libros comentados hasta ahora, pero éste llegó aquí principalmente por dos razones. La primera es que mi amigo Tomás Kubik (que por lo demás si hacen click sobre él se van a un gran blog de citas de libros) siempre me insiste en leer a los clásicos y, la segunda, es que leyendo el “Curso de literatura europea” de Nabokov (el autor de Lolita) aparecía junto “Madame Bovary” de Flaubert, “Por el camino de Swann” de Proust, “La Metamorfosis” de Kafka y el “Ulises” de Joyce, entre otros, como objeto de detallado estudio por parte del ruso en sus clases en Cornell. Así que para que la lectura del “Curso...” sea de alguna mayor utilidad decidí partir con “El extraño caso...” que estaba en algún lugar de mi casa.

Más o menos a los doce años leí “La Isla del Tesoro” y poco más tarde “El club de los suicidas” y debo admitir que R. L. Stevenson me gustó de inmediato. De hecho uno de los recuerdos mayores de esa época fue ver en innumerables ocasiones la película de “La Isla del Tesoro” junto a mis hermanos. Voy a tratar de pillarla por ahí.

La edición leída –lamentablemente en castellano; ¡ya va a llegar el momento en que pueda leer con fluidez en inglés!- es la clásica Andrés Bello de su Biblioteca de Literatura Universal. Esas ediciones sencillas que abundan en San Diego y que en su parte final traen unas cuantas preguntas para los niños que los leen en el colegio. La novela en sí esta escrita en ciento catorce páginas, el papel no es ni blanco ni suave y la letra cuesta, pero se logra leer. Lamentablemente el precio no es tan bajo como debiese serlo: cuatro mil setenta pesos si lo compramos vía Internet en Antártica.

Cuesta mucho escribir sobre un libro clásico y no reiterar las cosas que se han dicho. Por eso, e inaugurando un nuevo estilo en lo que se refiere al blog, en los libros clásicos (tomando por clásicos aquellos libros a que todos nos suena el nombre que sea o a lo menos vimos la película) en vez de hacer una reseña voy a tocar puntos que me llamaron la atención y así, ojalá, dar pie a algún tipo de diálogo con la venerable audiencia. Tomando en cuenta que por más que quisiera hablar de la dualidad del hombre y su actuar-sentir no lo podría hacer de la mejor manera, quisiera detenerme en una cosa más sencilla inspirado en las aventuras de Derecho y Literatura de mi amigo Claudio Castañeda: la figura del abogado Utterson.

Gabriel Juan Utterson es abogado, notario y miembro destacado de lo más granado de la sociedad londinense. Caballero como nadie –en un ambiente donde la caballerosidad, a lo menos en los modales, es una forma de vivir- es un personaje muy respetado por sus pares y cuenta con un sentido de la justicia y del honor a toda prueba. Además tiene un sentido de la amistad muy profundo. Pero más importante que todo lo antes dicho es que mediante Utterson, un abogado, se va desenmascarando a Jekyll, un doctor, se va haciendo patente Hyde, la maldad en su estado más puro. Un abogado correctísimo es quien nos deleita durante más de cien páginas desmenuzando y adentrándose en un caso tan complejo como fantástico.

Robert Louis Stevenson estudió Derecho e incluso ejerció la abogacía durante un poco de tiempo hasta que producto de una tuberculosis su padre decidiera entregarle una pensión para que viva con tranquilidad. A partir de ese momento se dedicó por completo a la literatura.

¿Cuánto habrá influido la formación jurídica de Stevenson en la figura sobresaliente de Utterson que incluso muestra además de las más profundas virtudes intelectuales la valentía y fuerza para romper la puerta donde se esconde Hyde? ¿Habrá sido análogo el sentir de Stevenson a Utterson al que tenía la sociedad inglesa en su tiempo a la figura del abogado en general o estamos, sin lugar a dudas, frente a un personaje doblemente excepcional?

Obviamente para quien no haya leído el libro lo recomiendo a ojos cerrados. ¡Salud y espero sus comentarios!

2 comentarios:

TKO dijo...

Habría que consignar, adicionalmente a lo ya dicho, que la época donde Stevenson escribe -finales del siglo XIX- los abogados seguían siendo, al menos en apariencia, personas avocadas a la búsqueda de la justicia y no mercenarios del dinero. La falta a la ética profesional -y no sólo en los abogados, sino también en los médicos por ejemplo- era un crimen social, a nadie se le hubiese ocurrido pagar coimas o actuar de tinterillo. Para finalizar una recomendación, lean Olalla de este mismo autor, es degeneradamente bueno.

Escena Chilena dijo...

Se agrega un libro más a mi lista de "por leer", muchas gracias.
Me interesa sobre todo como este personaje "desenmascara" a Jekyll. Los procedimientos de indagación (en materia penal) no sólo son importantes en la búsqueda de la verdad en el campo de lo jurídico, develando, reconstruyendo el pasado; sino que se opondrían a técnicas actuales más bien basadas en la vigilancia, bajo un constante "examen" del presente.
Creo que este libro podría dar un par de luces sobre este asunto y de ahí mi interés. Además, el ver a un abogado con valores tan nobles sorprende, ya que la literatura, en general, está de acuerdo con lo que señala TKO: el abogado no es nada más un vil mercenario.
De nuevo gracias por el buen trabajo y que siga el diálogo.