domingo, 20 de abril de 2008

La Presa (Oé, Kensaburo)

Hoy domingo 20 de abril le damos espacio en esta página a un Premio Nobel: Kensaburo Oé (1935) La novela es “La Presa” (1959) De Oé podemos decir que es japonés, que estudió literatura francesa y que ganó el Nobel en 1994. Además, que para su obra literaria ha sido muy importante el hecho de que su hijo haya nacido con una discapacidad que lo condeno al autismo, tema que según me dice Wikipedia trata en “Una cuestión personal” (1964)

Del libro en cuestión les puedo decir que nuevamente la Biblioteca de Santiago lo hizo llegar a mis manos y que, para variar, es parte del Panorama de Narrativas de Anagrama. Diez páginas de prólogo y poco más de cien de novela nos entrega el lomo amarillo pálido de la editorial española. La letra muy amigable y el precio, supongo que caro.

Respecto al prólogo de Justo Navarro (esto no es nada personal con él puesto que obviamente por ignorancia no sé quien es) debo decir que me lo salté. Por regla general no me gustan los prólogos que hablan mucho de la trama del libro pues siento condicionan al lector a fijarse en esos detalles mencionados y, por su parte, dejar de percibir otros. Prefiero una lectura más libre. Quizá ahora que terminé el libro me lo lea (quizá no.)

Como se habrán dado cuenta “La Presa” es un libro corto. En él, para que sepan, se trata de la historia de un avión enemigo que en plena guerra que cae en una aldea japonesa –la aldea anónima y rural por antonomasia-. Del accidente sólo sobrevive un enemigo: un negro. Esta situación que revoluciona la aldea es vista mediante los ojos de un niño, quizá muy parecidos a los ojos de un occidental en esa aldea. Este libro es una novela de guerra, pero no de esos en que hay estrategias, cañones y balas, sino de la verdadera y oculta guerra, esa que se da donde las balas y la información oficial realmente no llegan.

Hace un par de reseñas les dije que del libro “Estupor y Temblores” podíamos aprender algo de Japón. Creo que de “La Presa”, de una manera mucho más implícita, podemos aprender el triple, y no sólo de la tierra del Sol Naciente; aquí hay un tratado sobre la humanidad en muy pocas páginas y se nota que fue escrito por un maestro.

Como alguna vez se dijo en Maravillozoo con el gran Javier Miranda: tres Jumbitos para La Presa y también para Oé. ¡Salud!

domingo, 13 de abril de 2008

El extraño caso del Doctor Jekyill y Mr. Hyde (Stevenson, Robert Louis)

En esta jornada doble dominical ahora le toca el turno a un clásico: “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis Stevenson. Quizá les parezca raro que comente un libro bastante viejo tomando en cuenta los libros comentados hasta ahora, pero éste llegó aquí principalmente por dos razones. La primera es que mi amigo Tomás Kubik (que por lo demás si hacen click sobre él se van a un gran blog de citas de libros) siempre me insiste en leer a los clásicos y, la segunda, es que leyendo el “Curso de literatura europea” de Nabokov (el autor de Lolita) aparecía junto “Madame Bovary” de Flaubert, “Por el camino de Swann” de Proust, “La Metamorfosis” de Kafka y el “Ulises” de Joyce, entre otros, como objeto de detallado estudio por parte del ruso en sus clases en Cornell. Así que para que la lectura del “Curso...” sea de alguna mayor utilidad decidí partir con “El extraño caso...” que estaba en algún lugar de mi casa.

Más o menos a los doce años leí “La Isla del Tesoro” y poco más tarde “El club de los suicidas” y debo admitir que R. L. Stevenson me gustó de inmediato. De hecho uno de los recuerdos mayores de esa época fue ver en innumerables ocasiones la película de “La Isla del Tesoro” junto a mis hermanos. Voy a tratar de pillarla por ahí.

La edición leída –lamentablemente en castellano; ¡ya va a llegar el momento en que pueda leer con fluidez en inglés!- es la clásica Andrés Bello de su Biblioteca de Literatura Universal. Esas ediciones sencillas que abundan en San Diego y que en su parte final traen unas cuantas preguntas para los niños que los leen en el colegio. La novela en sí esta escrita en ciento catorce páginas, el papel no es ni blanco ni suave y la letra cuesta, pero se logra leer. Lamentablemente el precio no es tan bajo como debiese serlo: cuatro mil setenta pesos si lo compramos vía Internet en Antártica.

Cuesta mucho escribir sobre un libro clásico y no reiterar las cosas que se han dicho. Por eso, e inaugurando un nuevo estilo en lo que se refiere al blog, en los libros clásicos (tomando por clásicos aquellos libros a que todos nos suena el nombre que sea o a lo menos vimos la película) en vez de hacer una reseña voy a tocar puntos que me llamaron la atención y así, ojalá, dar pie a algún tipo de diálogo con la venerable audiencia. Tomando en cuenta que por más que quisiera hablar de la dualidad del hombre y su actuar-sentir no lo podría hacer de la mejor manera, quisiera detenerme en una cosa más sencilla inspirado en las aventuras de Derecho y Literatura de mi amigo Claudio Castañeda: la figura del abogado Utterson.

Gabriel Juan Utterson es abogado, notario y miembro destacado de lo más granado de la sociedad londinense. Caballero como nadie –en un ambiente donde la caballerosidad, a lo menos en los modales, es una forma de vivir- es un personaje muy respetado por sus pares y cuenta con un sentido de la justicia y del honor a toda prueba. Además tiene un sentido de la amistad muy profundo. Pero más importante que todo lo antes dicho es que mediante Utterson, un abogado, se va desenmascarando a Jekyll, un doctor, se va haciendo patente Hyde, la maldad en su estado más puro. Un abogado correctísimo es quien nos deleita durante más de cien páginas desmenuzando y adentrándose en un caso tan complejo como fantástico.

Robert Louis Stevenson estudió Derecho e incluso ejerció la abogacía durante un poco de tiempo hasta que producto de una tuberculosis su padre decidiera entregarle una pensión para que viva con tranquilidad. A partir de ese momento se dedicó por completo a la literatura.

¿Cuánto habrá influido la formación jurídica de Stevenson en la figura sobresaliente de Utterson que incluso muestra además de las más profundas virtudes intelectuales la valentía y fuerza para romper la puerta donde se esconde Hyde? ¿Habrá sido análogo el sentir de Stevenson a Utterson al que tenía la sociedad inglesa en su tiempo a la figura del abogado en general o estamos, sin lugar a dudas, frente a un personaje doblemente excepcional?

Obviamente para quien no haya leído el libro lo recomiendo a ojos cerrados. ¡Salud y espero sus comentarios!

Estupor y Temblores (Nothomb, Amélie)

El turno de esta jornada -que se viene tan doble como aquellos partidos de los que habla mi papá de la década de los sesentas en que venían el Santos de Brasil, la selección de Checoslovaquia y no sé quién más y jugaban en un Estadio Nacional lleno de familias- comienza con “Estupor y temblores” de Amélie Nothomb (Kobe, 1967).

Respecto a la autora podemos decir que nació en Japón, pero ella es belga y escribe en francés –y escribe bastante-. Respecto a la obra, que esta basada en su propia vida; en su trabajo en una gran empresa japonesa.

La versión leída es editada por Anagrama en su Panorama de Narrativas y nos entrega en su portada a la misma Nothomb (puede que no sea ella, pero en verdad se parece mucho) con varios temblores y un no tan claro estupor. La imagen es una fotografía, supongo que muy photoshopeada o algo así, hecha por Richard Dumas. Como nos tiene bien acostumbrados el Panorama de Narrativas tenemos hojas gruesas, letras grandes y muy buen nivel literario.

“Estupor y temblores” cuenta la experiencia de una joven occidental de veintidós años que llega a trabajar a una gran empresa japonesa –de esas con edificios propios y redes mundiales, muchos jefes y pasadas de largo- y tiene que tratar de sobrevivir en ella. Las cosas no le saldrán bien e irá en un imparable y descabellado descenso. Hasta aquí no les he dicho nada que no puedan leer en la contratapa. Lo que la contratapa no les va a decir es que esta es una historia liviana. Eso, que suena muy mal para algunos, en este caso es un verdadero halago. En “Estupor...” claramente se busca mostrar cosas fundamentales, tales como el sentido del honor y de la jerarquía en Japón. Pero ahí no está la gracia. Su sentido es que se cuenta de una manera liviana y directa una historia y eso, pese a que cuesta digerirlo para alguien a quien le encantan las cosas más enredadas y a veces el lenguaje más técnico, es algo digno de alabanza. La risa que producen muchas situaciones del libro no son dadas por la solución a un complejo juego de palabras o la gran genialidad de un personaje irónico y mordaz que goza con el sonido del laúd; la cosa es más sencilla: la misma vida es la que da risa y a veces también emociona. Algo así como el slogan de TNT: “pasa en las películas, pasa en la vida real” es lo que nos quisiera decir Nothomb.

Cerrando, “Estupor...” nos entrega grandes cosas. Podemos aprender algo del Japón del stress. Nos dejará una moraleja y sabremos que la gente no es tan mala como parece. También podemos decir que logrará mostrarnos cómo escribir algo directo, preciso y de calidad. Pero finalmente, y creo que esa fue la intención de la autora, lo que más entrega es diversión, hacer pasar un buen rato y eso, lo logra con creces.

martes, 8 de abril de 2008

Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce + Diario de bar (Bolaño, Roberto y Porta A. G.)

Aprovechando un break de estudio de gran inspiración puedo mantener la actualización de este espacio en dos libros por semana contra el pronóstico inicial de sólo uno. La joya de hoy, y digo joya porque se merece el calificativo, nos la entregan cuatro manos, o sea veinte dedos, o lo que es lo mismo, dos autores: Antoni García Porta y Roberto Bolaño y su título es “Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce”. Esta viene a ser la primera novela publicada de Bolaño (1984) y por lo que poco que se (si alguien tiene más datos se los agradecería) también debe ser de las primeras del catalán que también ha publicado “Braudel por Braudel” (1999) y tiene por última novela a “Concierto del no mundo” (2005). El libro en cuestión también tiene al final un pequeño relato, también escrito a cuatro manos por ellos, llamado “Diario de Bar”.

En lo accidental, el libro fue pedido en la Biblioteca de Santiago, después de la portada –que muestra a Joyce, Bolaño, Porta y al mismísimo Jim- vienen dos hojas negras de un papel similar a la cartulina española pero más delgada y con un relieve de líneas paralelas con una separación mínima entre ellas; una especie de cartón corrugado en versión ABC1. Tras esta exquisitez editorial que alguna razón de ser debe tener, encontramos seis páginas entre título, índice, datos de publicación y una cita de “The End” para pasar a ocho de un prólogo y luego a ciento cincuenta y seis de “Consejos…” para terminar –recuerden sumar seis más ocho más ciento cincuenta y seis- hasta contar ciento ochenta y uno sellando “Diario de un Bar”. La letra es más pequeña de lo deseada pero aún así decente. Respecto al precio son casi quince mil pesos y la editorial es Acantilado.

Bueno, partamos por lo obvio. ¿Qué es y cómo se hace una escritura a cuatro manos? Sabiendo que sería una inquietud de la mayoría de nosotros A. G. Porta la responde en el prólogo y yo –que tampoco sabía mucho que digamos del tema- me contento con decirles algo en palabras de él: “Ocurre que, una vez terminada la obra, el modo en como se haya llevado a cabo el proceso de escritura pierde todo su interés para los autores”. Obviamente después de decir esto igualmente explica cómo se realiza la escritura a cuatro manos, pero eso se los dejo a ustedes.

Entrando a “Consejos…” debo decirles desde que comienza con “invariablemente” hasta la última palabra de la novela que es “todo” hay una experiencia, literalmente, de película. Pongan play y será difícil hacer parar esta policial española. Aquí no hay espacio para Hollywood. Hay un catalán y una sudamericana. Se enamoran. Él era un buen tipo, ella al parecer nunca lo fue. Asaltos, robos, muertes y sexo. El es escritor y es personaje. Se rinde ante Joyce -también lo poseerá-. Gozará con Morrison. Aparecerán las madres, aquellas que nunca faltan y, cómo no, habrá maricones, drogas y bastante acción. Todo esto con un sentido –un trasfondo- inusual para un policial. Un verdadero material para hacer un clásico del cine en ciento cincuenta y seis milímetros.

Respecto a “Diario de un Bar”. Es mucho lo que se pueden decir de estas diez páginas. Para ahorrármelo dense el gusto de sacarlo de la estantería de la librería y leerlo ahí mismo. Unos minutos de su vida logran que escriba menos y, además muy probablemente, que termines con el libro comprado por lo que no se alcanzo a leer: “Consejos…”.

Para cerrar, un par de cosas. La primera es que buscaré luego un libro de Porta. La segunda, lean “Los detectives salvajes” de Bolaño. Ahora les agrego una tercera; nuevamente que hable Porta: "Escribimos a cuatro manos y todavía dos días antes de su muerte no sabíamos muy bien quién de los dos era el discípulo de Morrison y cuál el fanático de Joyce". ¡Salud!

domingo, 6 de abril de 2008

Ecos Urbanos (Antología de Cuentos Chilenos)

Hoy le toca su turno a “Ecos Urbanos”, una antología de cuentos chilenos que en la contratapa nos plantean “voces jóvenes en busca de la identidad, las raíces y el amor.” Así, nueve autores –Alejandra Costamagna, Nona Fernández, Sergio Gómez, Andrea Jeftanovic, Marcelo Leonart, Luís López-Aliaga, Flavio Radrigán y Alfredo Sepúlveda- y nueve cuentos –Por eso me reía, Manú, Invictos, Crónica Urbana, Cartier a medianoche, El pelito Ortague, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos y Ejército Republicano Irlandés- respectivamente son planteados por Alfaguara Juvenil en su Serie Roja. En lo práctico el libro nos entrega una portada-fotografía en blanco y negro de una toma del interior de un vagón del Metro de Santiago (esos vagones más ochenteros que el Transantiago recicló y nuevamente tenemos entre nosotros) , en su interior una letra más que agradable a la vista y, lo olvidaba, un prólogo de Marco Antonio de la Parra. Todo por casi seis mil pesos en su librería favorita.

Partamos por la sinceridad. Me idea no era escribir sobre este libro, pero el martes cuando me di cuenta de que con el estudio me iba a ser imposible terminar 2666 para el domingo (sí, lo siento, aún no lo termino y además les cuento que para más remate empecé Expiación de Ian McEwan así que no sé para cuando tendré esas reseñas) decidí ser infiel como tantas veces y tomar algo a mano que fuera interesante para los pocos lectores de este espacio y bueno, privilegiamos este libro en razón de (i) estaba en mi casa, propiedad de mi hermana y (ii) algo habrá que leer de la narrativa chilena –obviemos el discurso del apoyo al artista chileno por patético-.

Ahora, vamos al libro. El prólogo debe ser de lo mejor que hay en su interior. Marco Antonio de la Parra nos habla de leer y escribir cuentos y lo hace de gran forma. Si no tienes las lucas para comprarlo o sencillamente no te interesa el libro pero tienes cinco minutos en el mall o en tu librería favorita ojéalo, son cuatro páginas de muy buen nivel. Entremos en los cuentos. Las temáticas jóvenes aquí son un par de historias de liceo, cárcel y algo de negocios turbios, obviamente un poco de romance, algo que evoca al 73 y otras cosas, algunas más originales como la que nos cuenta tangencialmente algo del IRA -disculpen pero no les voy a nombrar todo-. En sí, el libro es bastante irregular y contiene cuentos de buena factura y divertidos y otros que distan mucho en calidad y que ni siquiera logran despertar alguna emoción, siquiera una sonrisa. Esta opinión dura debe estar claramente equivocada porque en la parte final donde aparecen referencias de cada autor, la mayoría de estos han sido premiados así que algo no anda bien aquí: o estos no son sus mejores cuentos o yo estoy completamente equivocado en mi apreciación.

De todas maneras, para no quedarnos sólo con lo malo quisiera destacar “Por eso me reía” de Costamagna, “Invictos” de Gómez y “El pelito Ortague” de López-Aliaga. Las dos últimas muy divertidas y la primera con un tratamiento inteligente de un crimen y su pena –pena en todos sus sentidos- escrito en mal chileno. Estos cuentos, sin caer en muchos clichés y con historias sencillas logran divertir y hacer de esta antología algo más que una selección irregular.